Medalla “Al Valor”

Medalla “Al Valor”

Por Pedro Barahona

9 de enero de 2021

Por Pedro Barahona

9 de enero de 2021

¿Qué porteño alguna vez no ha soñado con cruzar el Océano Pacífico?

Recuerdo cuando era un muchacho con los libros bajo el brazo que solía ir a la costanera, a la altura de la estación de Bellavista.

Costanera de la Estación Bellavista, Valparaíso.

En verano se podía ver cómo el sol desaparecía, entonces el cielo quedaba con colores cálidos a medida que el disco desaparecía por el horizonte. Era un chiquillo y, sin embargo, ya sentía ese espíritu marinero. Solo era cuestión de tiempo y estudio el que algún día alcanzara esa meta.

En invierno, los temporales daban un auténtico espectáculo a los porteños. Había que esperar a la salida de las clases para dirigirse a la costanera. Ahí, las olas alcanzaban alturas colosales.

Esperábamos a pocos metros del mar y cuando las olas se deshacían en el rompiente, salíamos corriendo en dirección contraria. Llegábamos con los zapatos calados de agua a nuestras casas. La idea era desafiar ese mar agitado, sin darnos cuenta de que algún día tendríamos que enfrentarnos directamente con él.

Los sueños se hacen realidad

Piloto Tercero Pedro Barahona De La Fuente.

El año 1986 estaba cumpliendo mis sueños de niño. Me encontraba navegando como Piloto Tercero en la M/N Comodoro Federico Barraza, de la Compañía Marítima Isla de Pascua (COMAIPA), transportando carga general desde Middlesbrough, Inglaterra, a Valparaíso, Chile.

Recalada a puerto

Granelero Comodoro Federico Barraza.

Pronto recalaríamos en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria, para efectuar carga y abastecernos de víveres y petróleo. La estancia no sería muy larga y afortunadamente llegaría franco de servicio, con lo cual bajaría a tierra a turistear acompañado del Ingeniero Tercero.

El 13 de agosto, después de recorrer las calles y principales sitios de atracción turística de la ciudad, me tuve que recoger temprano abordo, dado que al día siguiente entraba de guardia.

Me llamó mucho la atención la amabilidad y los gestos suaves de los palmenses. Tienen un acento en su forma de hablar parecido al de los chilenos.

Acto de valor

El 14 de agosto me recibí de guardia. La entrega fue más o menos del siguiente tenor:

  • Buenos días, Piloto Barahona.
  • Buenos días, señor.
  • Aquí tiene las novedades de hoy. No se olvide que a las 23:15 h comenzará la faena de carga de petróleo. Hable con el Contramaestre para la preparación de seguridad.
  • Sí, señor.

A las 02:50 h, mientras la carga de petróleo se efectuaba sin novedad, a la altura de proa en el muelle, vislumbré a tres personas en evidente estado de embriaguez. De repente y sin saber cómo, surgió una riña entre ellos. En sólo unos instantes advertí como dos de ellos huyeron del lugar corriendo, pero no divisé al tercero por ninguna parte.

Llamé al marinero que me acompañaba en la guardia para que me ayudara a localizar a la tercera persona, después de una breve rebusca comprobé que mis sospechas eran fundadas.

Nos fuimos a la proa y pudimos ver al hombre que se estaba hundiendo en el mar. En esos momentos sólo se me ocurrió quitarme la ropa y lanzarme al agua desde el muelle.

Alcancé a la víctima por su camisa en el momento en que las aguas lo hundían fatalmente; se encontraba inconsciente, tenía sangre en el rostro y se me hacía difícil mantenerme a flote con él como lastre.

En el intertanto, el marinero de guardia solicitó auxilio a la autoridad marítima del puerto y me lanzó desde la borda un salvavida circular amarrado a un cabo.

Con una mano me sujeté al aro del salvavida, mientras que con la otra mantuve al hombre en la superficie con su cabeza por encima del agua. Desde el muelle escuché que me alentaban para que aguantara.

Cuarenta minutos después, apareció la lancha de la autoridad marítima, tiempo que me pareció una eternidad.

Al ponerse la embarcación al costado, comenzó la difícil operación de subir a bordo a la persona accidentada, la cual se encontraba inconsciente.  

Las instrucciones que recibí del Oficial de la lancha fueron las siguientes:

“Agarre usted el cabo señor, nosotros ya tenemos al accidentado”

Una vez que se logró subir a la embarcación al hombre, se le dio atención de Primeros Auxilios. Allí comprobamos que había sido brutalmente golpeado en el rostro.

Navegamos durante algunos minutos para llegar a tierra donde esperaba una ambulancia para transportar al herido. Sobre mis hombros colocaron una frazada y así fui llevado de regreso a mi barco.

En mi ausencia asumió el control de la guardia de la M/N el Piloto Primero Sr. Patricio Lara Sanguino.

Una vez que estuve en condiciones de restablecerme de Oficial de Guardia, registré en el cuaderno de bitácora: 0350 Se rescata hombre de origen asiático en estado de inconsciencia del agua con el Marinero de guardia Sr. Benavides. Se informa a la Policía Española.

Hoja del Bitácora de la MN Comodoro Federico Barraza.

A las 08:20 h, mientras continuaba la faena de petróleo sin novedad, entregué la guardia al Segundo Piloto. Estaba agotado y me fui a descansar, con la satisfacción del deber cumplido.

Zarpe a Chile

Respecto al accidente acontecido durante la madrugada, en el puerto se corrió la voz que se trataba de un marinero coreano y que gracias a la acción de un piloto chileno se había salvado. Esa información nos llegó durante la maniobra de zarpe.

Ya en altamar, durante mis guardias en el puente, llegaba de visita aquel marinero que me había ayudado en el salvamento y conversábamos largamente, logrando con el tiempo establecer una verdadera hermandad.

Conocí detalles íntimos sobre su vida personal y profesional. Tenía un hijo que también quería ser marino como él, para navegar y cruzar el Océano Pacífico. Yo le comenté que desde muy pequeño iba a esperar a mi padre al muelle después de cada viaje. Comprendí muy bien a ese muchacho. Para él también sería una cuestión de tiempo el hacer sus sueños realidad y seguramente durante el invierno el también regresaría a casa con los zapatos mojados.

Día de la condecoración

En el Salón de Honor de la Liga Marítima, se llevó a cabo la ceremonia de condecoración.

El Comandante en Jefe de la Primera Zona Naval, Vicealmirante John Howard Balaresque prendió en mi pecho la medalla Plata Oxidada “Al Valor”, de la Liga Marítima de Chile, por salvar la vida humana de un semejante en un puerto extranjero, con riesgo de la mía propia.

Aún recuerdo cómo se aceleraba mi corazón y mis ojos recorrían el salón, mientras los presentes aplaudían por el mérito de la acción realizada por un marino chileno en el puerto de Las Palmas.

Ese día también fue otorgado el premio al mejor Tripulante de la Marina Mercante de 1987, correspondiéndole al Contramaestre de la naufragada “M/N Alborada”.

Su rostro estuvo lleno de pesar y un velo de dolor cubría sus sentimientos. Pude sentir que aquel premio estaba dedicado a los compañeros de trabajo que murieron en el naufragio, a la altura del Cabo de San Vicente.

Reflexiones

Siento dolor y vago pensativo. Deseo caminar y poder hablar con el mar. Una vez más contemplo el ocaso del sol, las gaviotas y los lobos que disfrutan del silencio que trae la tarde.

Pasan las horas y quiero volver a ver los primeros astros que ayudan a la navegación de los marinos. Los alisios golpean mi rostro y quisiera vencer mi dolor, pero no puedo.

Ahora estoy frente al mar y le increpo desde lo más profundo de mi corazón: “Cuando era niño te desafiaba, pero jamás pensé que tendría que enfrentarme cara a cara contigo.

Cuando salvé la vida de aquel marino coreano, el marinero de guardia que me ayudó en el salvamento murió por culpa tuya: Se embarcó en la “M/N Alborada” para ser tragado por tus olas que muchas veces he navegado.

El 14 de octubre de 1987 fui galardonado, pero también castigado por tu impiedad y el mar me volvió a mojar los zapatos como cuando era un chiquillo.

Dedico este relato a mis camaradas, bajo el sudario del mar.

Remembranzas

Han pasado más de 30 años desde que ocurrió la historia que les he narrado, pero siento como que fuera ayer que estuve en la cámara de oficiales de la M/N Comodoro Federico Barraza.

Recuerdo como cada uno de mis camaradas me estrechaban la mano para felicitarme por ese acto heroico, el cual dejaba una vez más en evidencia ante el mundo el valor y fortaleza de los marinos chilenos.

Los oficiales de cubierta éramos el Capitán Juan Sáez, el Primer Piloto Patricio Lara, el Segundo Piloto Pedro Silva y el suscrito.

De los oficiales de máquina solo recuerdo los nombres de Enzo Aguilar, Hipólito Morales y Martínez. A pesar de que he olvidado como se llamaban los otros, eso no significa que no los tengo muy presentes en mis memorias y oraciones.

Hasta la próxima.
Mucho viento y agua bajo la quilla.

Pedro Barahona De La Fuente

Piloto Marina Mercante Nacional.
Capitán Deportivo Costero Chileno.
Capitán Deportivo Alemán.
Licenciado en Educación Superior.

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1 comentario

    • Raul Sanhueza E. el 13/10/2021 a las 9:32 pm
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    Felicitaciones

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